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No tengo idea de qué voy a escribir ahora mismo; cuando esto me pasa tengo una solución previamente establecida. Pienso en quien me va a leer; mejor dicho: pienso en quien yo quiero que me lea.
Ya pensé en quien quiero que me lea; ahora escribo.
Podría salir de este tono levemente pesimista o nostálgico; podría, pero no me va bien el optimismo y la visión de que lo que viene me traiga algo que me invite a quedarme; por eso decido, otra vez, mantener mi tono. Esto es, casi, como una carta que te escribo; te la escribo a vos, que no me conocés pero, de alguna manera, sí que me conocés.
Te digo que sé que el mundo es bello, que la vida es hermosa, que está lindo quedarnos mucho tiempo por aquí. Pero también te digo que sabemos que hay cosas, que nos pasan a veces, que hace que quisiéramos irnos.
Y, realmente, no sé de que te escribo pero te veo mientras trazo estas palabras, con tinta negra de fibra sobre papel rayado, ya que mi Toshiba se encaprichó otra vez y no obedece. Está claro que, ahora que leés, ya lo he pasado en limpio pero no he cambiado ni una coma ni un punto pues, así no vale.
Te digo que pienso en lo de siempre; que estamos para algo y que no nos damos cuenta. Que todo lo que pasa es por algo; lo llamamos destino, casualidad o karma. Ya te dije, prefiero pensar que hay hilos invisibles que guían y no atan. Caminos que tomamos o dejamos; personas que nos llaman para volver a verlas porque antes estuvimos en sus vidas. Por eso te escribo; porque hace rato que te extraño.
Desde la otra vida y hace tanto te busco.
Yo ya me di cuenta y vos no, todavía, y te lo consiento; porque el tiempo es el tiempo y no se trata nunca de ir dándole palmadas.
Y bueno; ¿Qué decirte? Que te espero.
Que sé que nos veremos; que serás una amiga, no virtual y sincera; o mi amante fatal o la mujer esquiva. Pero sé que estás; y te persigo.
12/6/2011