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sábado, 23 de julio de 2011

Algunos apuntes acerca del arte

¿Qué es el arte?, le preguntaron a un amigo no muy preparado, y éste contestó sin ínfulas y con marcada seguridad: morirse de frío en plena madrugada.
Es que el arte y su definición no es un hecho absoluto. Depende del sujeto y del contexto social, histórico, cultural, etc.
Me atrevo en estas líneas a abordar el tema de manera heterodoxa.
Podríamos entrecruzar puentes imaginarios entre el renacimiento, el arte moderno, el pop art, el posmodernismo y diferentes artistas y disciplinas e imaginar qué ocurriría si diferentes artistas pudieran opinar, más allá de los siglos, de las obras que otros creadores plasmaron.
Imaginemos a Leonardo por ejemplo; excepcional, travieso, abierto a todo, polifacético y vanguardia en una época de vanguardia. Imaginémoslo creando su obra favorita, la que preservó pese a todo hasta el final de su vida. ¿Qué de enigmático tiene su sonrisa? ¿Qué picardía oculta esta pintura? Quizá lo que oculta está fuera de la tela; se oculta a sí mismo travestido y retratado y en la parte inferior, la que no se ve en la tela, quizá esté la clave de la sonrisa. Bisexual y libérrimo, tal vez, mientras pintaba su homoretrato, alguno de sus aprendices le gratificaba con una ligera fellatio de ocasión sin mayor compromiso que el de un divertimento ocasional, que eso era, en esa época renacentista, el sexo.
Quizá Leonardo, como ningún otro, sería capaz de apreciar el arte contemporáneo con una mirada amplia y abierta sin estrecheces, con humor, con comprensión; como sería capaz de admitir y tolerar de buen talante que sus códices se encuentren en manos de Bill Gates sin espantarse, ya que él mismo supo, a lo largo de su vida, trabajar y crear gracias a diferentes mecenazgos, entre ellos los de Ludovico Sforza y algún vástago de Papa no muy santo y luego para León X y los Médicis.
En cambio cabe preguntarse acerca de Michelangelo Buonaroti, persona huraña y hosca si las hubo entre los genios del renacimiento; ¿qué opinión le merecería al autor de La piedad, una escultura de Moore? ¿una obra maestra de Rodin? Me atrevo a suponer que cualquier estatuilla de Moore para Michelangelo sería tan solo una piedra en bruto con algún atisbo de boceto y que una obra maestra de Rodin podría apreciarla pero le llevaría a exclamar, sin dudas, una falta de técnica notoria para el acabado perfecto de la obra.
¿Qué impresión se llevaría Velázquez frente a algunas obras de Andy Warhol? Además de suponer que fue el inventor de la sopa enlatada Campbells y el promotor de Marilyn Monroe seguramente poca cosa más podría esperarse de este genio académico. Asimismo, si observara las obras de Jackson Pollock del periodo del action painting sólo podría suponer que cuando estaba preparando las telas tropezó con los tarros de pintura abiertos y nunca imaginaría que el artista alcohólico y la señora Guggenheim cotizarían en decenas de miles de dólares estas obras chorreadas irregularmente con ritmos irrefrenables desde las latas, mientras Pollock fumaba y bebía en su garaje a un ritmo frenético ajeno a la concentración y la serenidad de un artista de caballete.
Dejemos por un momento las artes plásticas y pensemos en el campo de la música; pongámonos en la piel de Beethoven, creador de nueve sinfonías, que han atravesado siglos, indemnes; creador de Fidelio y tantas otras obras; imaginemos a este grandioso músico escuchando, por ejemplo, a Shakira, Hip Hop, o cumbia villera. ¿Qué diría? Nada; felizmente perdió la audición.
Entremos en el campo de la literatura; pensemos en Shakespeare o incluso aceptemos la hipótesis de Sir Francis Bacon, pero detengámonos en Hamlet o en Macbeth, en esas maravillas en lengua inglesa: Come what come may, Time and the hour runs through the roughest day. Pensemos en Cervantes, en Borges, en Cortázar, en García Márquez y sus Cien años de Soledad; ¿hay en esa biblioteca lugar para Paulo Coelho, para Agatha Christie, Dashiell Hammett, y tantos otros por el estilo? Desgraciadamente sí. Pero habría que destinar ciertos estantes inalcanzables.
¿Qué separa a un Frank Lloyd Wright de un Mies? La pradera, la ética y la poesía.
Volviendo a la plástica y acercándonos a las líneas finales; Pensemos en Francisco de Goya y en el periodo en que su pintura reflejó los horrores de la guerra de independencia; sin duda actuó como un verdadero cronista de su tiempo y reflejó los hechos. No importa si explícitamente tomó partido o no; sus trabajos expresan por sí mismos la realidad en su cruda brutalidad. Al igual que el Guernica de Picasso son un testimonio de lo que la bestialidad humana y la guerra pueden desencadenar al caer sobre la gente. Se dice que los nazis al ver la obra preguntaron a Pablo: ¿Usted hizo esto? No; esto lo hicieron ustedes respondido el artista.
Quizá para cosas así sirva el arte y también, porqué no, el sentido del humor.

Instrucciones para construir una plaza

Primero y ante todo, evite cualquier contacto o participación de uno o más arquitectos; obviamente, demás está decirlo, igualmente vetados estarán los ingenieros.
Superada esta primera condición sine qua non piense en un niño y en una paloma. Ambos vuelan. El niño, por supuesto, lo hace más alto y de diversas maneras; póngase en su lugar y desde ahí comience a soñar la plaza; no la piense. Suéñela. Articule entonces espacios blandos y curvos, las líneas rectas no existen en el universo y los niños son la única especie que está en armonía con el cosmos. Son las plazas mal diseñadas las que los convierten en adultos, quizá también la escuela y un poco los padres pero téngase en cuenta que estos han pasado por las plazas diseñadas por urbanistas.
Toda plaza en armonía con un niño deberá consistir en un gran espacio inconsistente, cambiante, donde ningún obstáculo repentino obligue al niño a refrenarse o le impida continuar con su carrera.
Asimismo las palomas podrán volar a su libre albedrío sin necesidad de que ningún adulto les arroje migajas, ya que las plazas estarán provistas de pisos construidos de mazapán endulzado, el cual proverá, a la vez, de alimento a las palomas y merienda a los niños. Habrá asientos de maíz inflado, globos de colores y jamás anochecerá aunque sí sobrevendrá, a cierta hora, un inefable crepúsculo, solamente para que la plaza cobre un hermoso matiz anaranjado y, en esa luz mágica, los niños y las palomas comulguen en el silencio que sólo el crepitar de las hojas de los álamos piramidales y el agua de las fuentes disocien.
Las plazas serán móviles y los niños podrán llevarlas con ellos toda la vida. Las plazas estarán rodeadas de algodón y serán invisibles a los adultos.
Las palomas de las plazas serán blancas. En las plazas los niños no llorarán jamás. Todo niño que desee permanecer indefinidamente en la plaza tendrá la dicha de evitarse llegar a ser adulto y será feliz para siempre en tal inocente condición.

viernes, 15 de julio de 2011

Breve manual para picar una cebolla

Primero, y ante todo, hágase de una cuchilla filosa, una tabla de corte y una cebolla; hecho esto abóquese a la tarea de marras.



En el momento de comenzar con la tarea, dirija su pensamiento a cuestiones que trasciendan la ordinaria tarea de desmenuzar el bulbo y, en cambio, linden con el humanismo, el amor, la vida y la muerte, el alma y el espíritu.
Usted podrá elegir.
Podrá pensar en las personas que cada noche duermen en las plazas entre cartones meados por los perros, con sus cuerpos encostrados, mugrientos, hambreados, sin mayor expectativa que lograr que la noche acabe y que otro día aparezca como por arte de magia, sólo para que el mismo cretino ciclo se repita una y otra vez, para nada; sólo para que la miseria y la injusticia se patenticen en esos seres marginados. Y podrá llorar de dolor y acongojarse frente al semejante.
Podrá pensar en cambio en ese amor imposible; en ese amor que fue, que no es, que no será nunca pese a su deseo sin respuesta; en ese hombre o en esa mujer que ya no responderá jamás al latido de su corazón, que fue su alma gemela y que ahora marcha sin usted por otro sendero, mientras se siente desfallecer y no encuentra sentido a las horas, a los minutos, a los eternos segundos que le muerden el pecho a cada instante. Y podrá llorar por usted y vaciarse en una angustia única e interminable.
Podrá pensar en los niños de algún lugar del mundo; de ese mundo ultra subdesarrollado, en sus cabezas agigantadas con sus ojos sobresalientes mirando nada con la sola expectativa del minuto siguiente; con sus vientres inflados de vacío y sus costillas aparecidas en la piel como de esqueletos que caminan hacia una tumba que está ahí, al otro paso, al otro día. Y podrá llorar en un grito de rabia y bronca irrepetible.
Podrá pensar también en su ser querido que ya no está, que se fue para siempre, que ya no verá más y que le mira sin brillo en los ojos desde una fotografía ajada, ya sin vida desde algún rincón; podrá usted mirarla y recordar sin alegría y con melancolía pero sólo eso. Ya más nada que ausencia. Y podrá llorar en silencio ensimismado.
Y así, de estas u otras maneras podrá llorar igual, producto de los compuestos azufrados presentes en la cebolla, como el S-(1-propenil), S-propil y S-metil sulfóxido de cisteína, que en contacto con el aire y al partirse las células se volatizan y se transforman en el sulfóxido de tioproponal, fuertemente lacrimógeno y usted aprovechará ese llanto con un sentido de trascendencia y devoción. Así no se sentirá tan pueril o tan estúpido o estúpida.