Primero, y ante todo, hágase de una cuchilla filosa, una tabla de corte y una cebolla; hecho esto abóquese a la tarea de marras.
En el momento de comenzar con la tarea, dirija su pensamiento a cuestiones que trasciendan la ordinaria tarea de desmenuzar el bulbo y, en cambio, linden con el humanismo, el amor, la vida y la muerte, el alma y el espíritu.
Usted podrá elegir.
Podrá pensar en las personas que cada noche duermen en las plazas entre cartones meados por los perros, con sus cuerpos encostrados, mugrientos, hambreados, sin mayor expectativa que lograr que la noche acabe y que otro día aparezca como por arte de magia, sólo para que el mismo cretino ciclo se repita una y otra vez, para nada; sólo para que la miseria y la injusticia se patenticen en esos seres marginados. Y podrá llorar de dolor y acongojarse frente al semejante.
Podrá pensar en cambio en ese amor imposible; en ese amor que fue, que no es, que no será nunca pese a su deseo sin respuesta; en ese hombre o en esa mujer que ya no responderá jamás al latido de su corazón, que fue su alma gemela y que ahora marcha sin usted por otro sendero, mientras se siente desfallecer y no encuentra sentido a las horas, a los minutos, a los eternos segundos que le muerden el pecho a cada instante. Y podrá llorar por usted y vaciarse en una angustia única e interminable.
Podrá pensar en los niños de algún lugar del mundo; de ese mundo ultra subdesarrollado, en sus cabezas agigantadas con sus ojos sobresalientes mirando nada con la sola expectativa del minuto siguiente; con sus vientres inflados de vacío y sus costillas aparecidas en la piel como de esqueletos que caminan hacia una tumba que está ahí, al otro paso, al otro día. Y podrá llorar en un grito de rabia y bronca irrepetible.
Podrá pensar también en su ser querido que ya no está, que se fue para siempre, que ya no verá más y que le mira sin brillo en los ojos desde una fotografía ajada, ya sin vida desde algún rincón; podrá usted mirarla y recordar sin alegría y con melancolía pero sólo eso. Ya más nada que ausencia. Y podrá llorar en silencio ensimismado.
Y así, de estas u otras maneras podrá llorar igual, producto de los compuestos azufrados presentes en la cebolla, como el S-(1-propenil), S-propil y S-metil sulfóxido de cisteína, que en contacto con el aire y al partirse las células se volatizan y se transforman en el sulfóxido de tioproponal, fuertemente lacrimógeno y usted aprovechará ese llanto con un sentido de trascendencia y devoción. Así no se sentirá tan pueril o tan estúpido o estúpida.
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