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viernes, 25 de junio de 2010

Crónicas navideñas

MISTER THOMPSON se hallaba aún en su oficina. A través del inmenso ventanal observaba el puente de Brooklyn desde el piso 35 de esa torre que también era suya. De soslayo, miró su Rolex de oro; faltaba media hora para las doce. Del bar tomó un vaso de cristal y dejó caer en él una espesa lluvia dorada de Chivas. Colocó con meticulosidad de cirujano dos piedras de hielo dentro del líquido y con un dedo las movió como quien acaricia el hombro de una mujer deseada. Se dejó caer en la butaca y con lentitud abrió el cajón de su escritorio de caoba. Ahora faltaban veinticinco minutos para la navidad.
-¡Veinticinco minutos Nenena! Apurate que ya están listos los fuegos alrededor de la piscina - dijo Facundo mientras encendía un Camel de caja dura y desde el celular llamaba clandestinamente a Patricia, su secretaria; su amante. Con gesto de fastidio cerró con un chasquido seco el Ericsson y le alcanzó a su pastor alemán un cuarto trasero del cerdo que él no había tocado durante la cena. Intentó nuevamente encontrar a Patricia disponible, aspiró largamente el humo y lo dejó salir como queriendo contener el tiempo. Veinte para las doce, dijo para sí.
Al tiempo que hundía una papita en la mayonesa, Martín le decía a grito pelado a sus tres hijos -¡esperen que faltan quince minutos carajo!, después no van a tener ningún cohete.
Martita, como ida, hacía girar su brazo a punto de disloque con su enésima bengala. Jorgito, más expeditivo, eructaba refresco mientras se metía en la boca un sanguche de choclo y atrás pero sin solución de continuidad, un puñado de maníes al tiempo que hipaba de risa porque Carlitos, dos años mayor, meaba dentro de la botella de sidra a medio tomar que era visitada por la abuela detrás de cada pedazo de budín. Martín gritaba otra vez, ahora a su mujer, para que se apurara con la ensalada de frutas porque ya eran menos diez y quería festejar tranquilo.
Falta poco, decía José, ya falta poco; respirá tranquila y dejá salir el aire despacito, así, despacito. La habitación del hospital era oscura y mugrienta. Su esposa estaba a punto de reventar de dolor pero no se quejaba; era gente dura, castigada, acostumbrada al sufrimiento. Dos camilleros se la llevaron a la sala de partos; José tuvo tiempo para una caricia y una mueca que quiso que ella entendiera sonrisa.
Varios estallidos atronaron a las doce; en el piso 35 sólo uno. La bandeja con las copas rebosantes de Chandon cuando Nenena las arrojó contra el piso de su cocina. La cara de Carlitos cuando Martín le hizo saber de un cachetazo que el orín no era sidra. En la solitaria sala, María, liberada, estalló en llanto al comprender que su hijo había llegado al mundo.

Naturaleza

Un grillo es sólo un grillo
en Barcelona, Tel Aviv,
Montevideo.

Tu flor y la mía
huelen bellamente
en Manila, Delhi, Nueva York.

¿Por qué un niño
debe morir en el sur
de una muerte
que el norte no conoce?

Un colibrí vibra con esmero
en el inmenso jardín
del presidente
y en el rústico jardín
del operario.

El gran danés ladra en el castillo
y el callejero vaga
bajo el claro de luna
en el suburbio.

¿Por qué la primera dama
(en el primer mundo)
brinda
y la última mujer del inframundo
llora el hambre de su hijo
al mismo tiempo?

Porque un grillo es grillo,
la flor perfuma;
el pájaro vuela, el perro ladra
y el hombre suele ser lobo del hombre.

Omisión o compromiso

«Tin morín de dos pingüés,cúcara mácara chíchara fue.» (1)
«Der schwer gefasste Entschluss.» (2)

EN LA VIDA ENCONTRAMOS dos tipos de personas, dos éticas marcadamente contrapuestas, antagónicas. Las del título; tenemos ejemplos a diario, a nuestro alrededor, a la vuelta de la esquina; ejemplos: un albañil se compromete a levantarnos un muro en una semana, a los diez días nos dice que faltan cinco, que lo que pasa es que los ladrillos son desparejos o que la porlan está ventada o que la humedad o que cualquier cosa. Un escribano quedó en entregarnos el título de nuestro cochecito de segunda mano la semana pasada, lo llamamos y nos explica que tuvo un problema con el trámite que antecedía al sellado del auto caratulado de, etc. Un gobernante nos deja debajo de la lona y nos explica que la macroeconomía, que el dengue, que lo que pasa y la mar en coche. Nunca escuchamos esta simple frase: «me equivoqué». Peor aún, no sólo no la escuchamos sino que ponen materia fecal en el ventilador y salpican a cualquiera, al barrer y a la marchanta, caiga quien caiga ya sea el pobre y sacrificado horneador de ladrillos, el atento funcionrio judicial o el pobre y desgraciado mosquito. Esta forma de manejarse en la vida abunda, ¿verdad lector, verdad lectora?. Más de lo que quisiéramos. Hay otra ética, otra conducta; el compromiso. Éste no está exento de errores, de fallas, de insuficiencias pero apela a la honestidad y a ver los defectos en uno mismo, las fallas como consecuencia de éstos y las últimas como lógico corolario. Se asume el compromiso, se mejora, se corrige y se dice esa simple frasecita: «la cagué» y arriba y a seguir para adelante. El compromiso es una necesidad social e histórica a la luz de los tiempos que corren y vaya si corre el tiempo. Esta actitud tiene que ser la que nos saque de una inercia que nos trajo a donde estamos. Abajo de la lona. Asumir esta actitud es una decisión de peso («Der schwer gefasste Entschluss.» Tiene que ser («Es muss sein.») «...el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale».


(1) Popular.
(2) De "La Insoportblelevedad del ser" / M. Kundera.

Y sin embargo

¿No sentís que algo te pertenece
aunque te lo hayan quitado?
Esos rufianes con cara de señores
caminan gordos sobre nuestra desdicha.
Si ellos te pisan ¿por qué no odiarlos?

Y sin embargo aquí estamos
viendo morir el sol en ese instante quieto
donde no ocurre nada, y sabés
que sólo podés junto a otra mirada.

¿No sentís que todo está lejos
y que las horas escapan?
Ese tiempo enmascarado gentilmente
en definitiva es quien te mata.
Si él lo hace ¿por qué perdonarlo?

Y sin embargo estamos riendo
en esta rara cueva de cemento.
Todo es perfecto y sabés
que tomé tu mano aunque no dije nada.

¿No sentís que sos otra persona
disfrazada de lo que te imponen?
Esta gran feria de mentiras
tiene espejos de todos los colores.
Si ella te asquea ¿por qué visitarla?

Y sin embargo me llamaste
y las estrellas nos están mirando
aunque su brillo es pobre
cuando tu sonrisa se desnuda en la noche.

¿No sentís que no tenés casa
y que tu lugar es bien adentro?
Este vacío es el que te desgarra
y te lleva por caminos de tormenta.
Si te lastiman ¿por qué seguirlos?

Y sin embargo tus ojos
tiñen de maravilla el humo azul
y su sabor amargo
parece miel derramada sobre mi herida.

¿No sentís que algo te falta
y a veces intuís qué es?
Ese puente es el que separa
la tierra del cielo.
Si lo sabés ¿por qué no lo atrapás?

Y sin embargo estuve ahí,
junto a tu boca perfumada
por un chicle que guardaré por siempre
en mi pequeña caja favorita.