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todo se acaba y esa burbuja útero
es sólo ahora un agujero negro;
aparece entonces un resquicio de ventana cenicienta
y nos muestra palideces
donde antes todo era color de pan y rosas.
Cuando las puertas del amor se cierran,
y las más de las veces de un portazo,
te sentís un patán lejos de Peter Pan
te sentís un idiota irremediable dueño de un afiche
tanto tiempo malgastado a diario,
tanto papel de diario a la basura sin leer.
Pero las puertas del amor se cierran
y alguien da el portazo y otro queda afuera.
El de adentro en colores y gozando el gran día,
el de afuera en blanco y negro con su melancolía.
Seguro la de adentro es una dama
y un caballero es el de afuera.
Siempre pasa así y no hay queja que valga.
Tu la pones y ella te saca, por aquello de la simetría.
Pero las puertas del amor no siempre dan al cielo,
que es el más largo camino hacia el infierno.
Ni las ventanas nos muestran lo que quieren;
la realidad es diferente a lo que vemos.
Ya no habrá café con leche ni flores en la mesa,
ni notitas de amor, besitos o recados.
Los viernes a la noche no serán compartidos,
evitaremos por cierto los encuentros,
Sobre todo los que nos ataquen de golpe por la espalda,
los que más nos dañen, los casuales.
Cuando se cierran las puertas del amor
queda la rabia, el rencor al hombro y piensas con el culo.
Sin disimulo te creías eterno e invencible
como un semidiós, como un gigante
pero ahora mismo, en este instante,
te encuentras de rodillas y en la lona
mirando en blanco y negro esa ventana que se cierra de a poco
y te preguntas, a destiempo incluso,
si algún día allí adentro, ocupando tu sitio,
no habrá alguno.
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