No tengo idea de qué voy a escribir ahora mismo; cuando esto me pasa tengo una solución previamente establecida. Pienso en quien me va a leer; mejor dicho: pienso en quien yo quiero que me lea.
Ya pensé en quien quiero que me lea; ahora escribo.
Podría salir de este tono levemente pesimista o nostálgico; podría, pero no me va bien el optimismo y la visión de que lo que viene me traiga algo que me invite a quedarme; por eso decido, otra vez, mantener mi tono. Esto es, casi, como una carta que te escribo; te la escribo a vos, que no me conocés pero, de alguna manera, sí que me conocés.
Te digo que sé que el mundo es bello, que la vida es hermosa, que está lindo quedarnos mucho tiempo por aquí. Pero también te digo que sabemos que hay cosas, que nos pasan a veces, que hace que quisiéramos irnos.
Y, realmente, no sé de que te escribo pero te veo mientras trazo estas palabras, con tinta negra de fibra sobre papel rayado, ya que mi Toshiba se encaprichó otra vez y no obedece. Está claro que, ahora que leés, ya lo he pasado en limpio pero no he cambiado ni una coma ni un punto pues, así no vale.
Te digo que pienso en lo de siempre; que estamos para algo y que no nos damos cuenta. Que todo lo que pasa es por algo; lo llamamos destino, casualidad o karma. Ya te dije, prefiero pensar que hay hilos invisibles que guían y no atan. Caminos que tomamos o dejamos; personas que nos llaman para volver a verlas porque antes estuvimos en sus vidas. Por eso te escribo; porque hace rato que te extraño.
Desde la otra vida y hace tanto te busco.
Yo ya me di cuenta y vos no, todavía, y te lo consiento; porque el tiempo es el tiempo y no se trata nunca de ir dándole palmadas.
Y bueno; ¿Qué decirte? Que te espero.
Que sé que nos veremos; que serás una amiga, no virtual y sincera; o mi amante fatal o la mujer esquiva. Pero sé que estás; y te persigo.
Se desnudaba despacio y me amaba lento, con la gracia de la llovizna en primavera, y en lo menos pensado desataba una tormenta que llegaba y se quedaba por un rato.
Después, lo inverso. Me dejaba y se vestía, velozmente, y yo quedaba atrapado para siempre en su sudor, su humedad y su saliva.
La realidad, esa piñata rellena de vacío, es un obsequio que nos dieron hace mucho; antes éramos libres. Nos hicieron creer que eso era todo. Posible, necesaria, imprescindible. Omnipresente, absoluta, indefectible. La realidad como fetiche; “La Realidad” mayúscula incluida. Nos dieron el paquete y nos dijeron: ténganlo siempre con ustedes; es lo más preciado, lo único, lo todo; nada más existe eso. Y a partir de entonces nos morimos y tenemos miedo y andamos con la venda en nuestros ojos tentando la piñata que se mueve; tirando golpes al aire como idiotas; como autistas; como ausentes. Siendo otros.
Y sin embargo… pero ahora es la piñata y los golpes al aire y al vacío y el miedo que nos ata la venda que nos ciega y nos morimos todos y nos dicen que es eso la realidad es eso y llevamos el paquete y lo cuidamos mucho como si fuera todo.
Pero antes del miedo, la piñata y el paquete nadie se moría; éramos luces que vibraban; éramos viento que soplaba; éramos el fuego y la tierra y el agua. Pero nos dijeron: hay un arriba y un abajo, un adentro y un afuera; que adelante, atrás y a los costados. Tres dimensiones y ese espacio más el tiempo; otra mentira. Y así quedamos, atrapados en la caja ubicua, desde aquí hasta acá desde ayer y hasta mañana. La caja y bien guardados aquí, ahora, ya.
Y sin embargo… pero estamos en la caja guardados y seguros y el tiempo nos sujeta y nos atrapa creemos que es la caja pero seguro que es el tiempo y nos dicen que es eso la caja y el tic tac y adentro de la caja pasa todo y lo cuidamos mucho aquí, ahora, ya.
Y además de la piñata, el miedo, la caja y el tic tac, nos dieron una tabla con los diez mandamientos y con ella la culpa adicionada; y así nos dejaron hasta ahora. Nos dejaron sin alas y apagaron las luces de aquel soplo y enfriaron el fuego y el agua se secó en la tierra muerta. Y nos morimos todos, de miedo o de tic tac adentro de la caja buscando una piñata que se mueve.
Y sin embargo… pero la tabla y esa lista de decálogo culposo nos sujeta por las dudas adentro de la caja y fugan las agujas escapan hacia afuera y nosotros tentamos el golpe a la piñata aquí, ahora, ya un golpe otro golpe mil un golpes frenético recurso que no basta pero es la orden que tenemos el programa adosado el chip bien puesto.
Después vinieron otras cosas; familia, propiedad, Estado. Esto es mío, te quito, me comparo, el ego, la patria, la bandera y otras tantas piñatas que se mueven. Y seguimos golpeando ese fetiche; lanzando el golpe al aire, buscando adentro de la caja con la venda en los ojos y creyendo que aquí, ahora, ya, el decálogo, lo mío, el límite y el símbolo y a toda esa masa de vacío le agregamos ego. Y a todo ese paquete le dicen realidad y lo llevamos siempre con nosotros desde ayer a mañana y el tic tac nos lleva hacia la muerte.
Y sin embargo… no hay piñata no hay caja no hay aquí ni ahora ya ni ley con culpa adicionada no hay límite ni símbolo ni nada y cuando sepamos eso no habrá ego que valga ni autismo ni venda ni ese miedo que nos dieron en paquete y que llevamos como si el tesoro más preciado.
Antes no moríamos; brillábamos pero nos dijeron que dios había uno solo y que nosotros piñata aquí y ahora. Ya.
«El mayor error de la humanidad es creer que se tiene que entrar en los marcos y en la argolla de una iniciación para conocer lo que no existe, cuando no existe nada ni hay nada. Nada más que la insurrección irredente, activa, enérgica contra todo lo que pretende ser a perpetuidad.»
Antonin Artaud
LA SEMIÓTICA NOS AYUDA a decodificar signos; éstos intentan decirnos algo. Junto con un contexto asumido, con un trasfondo o background cultural comprendemos el mensaje.Decodificamos e interpretamos según un código aceptado y «legalizado» o, mejor dicho, «normatizado» a priori y tácitamente.El conjunto social acepta la norma y la convierte en unidad de medida.Quienes logran establecer nuevos códigos comunicacionales, estructuras comunicantes revulsivas, ya sea desde el lenguaje, la imagen, o cualquier otra forma de intercambio conceptual, lo hacen desde la descolocación, al margen, desde fuera de un sistema.Paradojalmente quienes en un momento rompieron la norma, subvirtieron valores y se convirtieron en vanguardia pasan muchas veces, en ese mismo instante, a ser nuevos y procelosos guardianes del reciente status-quo de lo cultural, en el sentido antropológico que el término depara.Esta batalla de lo nuevo contra lo viejo y que emerge de manera más visible unas veces en lo artístico, otras en lo político, es por sobre todo y ante todo una lucha dialéctica necesaria y eterna.Picasso, verdadero artista, nunca pintó «EL CUADRO»; murió intentándolo con más de 90 años en Avignon. Siempre buscó; negando lo ya hecho encontró caminos nuevos y también los negó para seguir adelante.Un buen día Mondrian desde la abstracción hizo unos dibujitos vibrantes y sencillos; unas rayitas y colores puros en sus celdas. Vibró el lienzo, vibró él y vibraron los ojos de la gente. Los arquitectos realizaron sus planos y hoy vivimos apretados en dibujitos. Desde luego Mondrián es inocente.El artista cuestiona. El «NO-ARTISTA» interpreta y al hacerlo trasmite y reproduce el fenómeno devaluado de un concepto que, fundado, empieza a morir.De alguna manera, Mondrian pone una maceta nueva en el jardín de una casa pero la señora que repara los geranios es quien traza el puente entre el ARTE y el fenómeno del arte. Desde su no conciencia y, por tanto, desde su ajenidad al concepto de arte, ella genera aún desde lo «kitsch» un momento de creación.Estas inflexiones se dan a todo nivel en las sociedades y en todas sus expresiones.En este circuito sin fin, lo nuevo, los puntos de ruptura, los saltos, lo transgresor es lo que hace verdadero y valedero al proceso.La conservación, la fosilización, el congelamiento, son tan lejanos al arte como un burócrata a un creador.Por eso Artaud al principio de este artículo, por eso la búsqueda permanente e inconformista de todos quienes sabemos que el camino es el único destino del hombre.
Secarse, descansarse, desnudarse, descalzarse. Sacarse el cansancio y los zapatos. Afuera la lluvia tal vez haya dejado de caer, mojar, desnudar lo seco, desandar el cielo, dejar las nubes y tomar tierra para mojarla y que los zapatos dejen las huellas que ahora dibujan la alfombra en esta habitación desnuda y descalza. Secarse los pies y sacarse los pies para volar hasta la botella de gin y colocar dos piedras en el vaso chato y ni siquiera esperar a que el frío llegue a tomar contacto con el líquido. Sacarse el hielo, secarse el hielo; afuera quizás todavía llueva sobre otros zapatos que dejarán otras huellas que son las mismas de otros pies descalzos y cansados de tanto hielo y frialdad que ni siquiera llegan a tomar contacto con otras huellas con lluvia o sin lluvia.
Me tiro en el sofá y abro el álbum con las fotos que tomó esa mujer en su último viaje a la isla y veo sus pies descalzos dejando huellas en la arena y otra vez el agua y yo tirado en la hamaca con el sombrero panamá cubriendo mis ojos. De la sombra de las palmeras se desgranan cantos de pájaros que me duermen y estoy en el mar y mis pies descalzos descansan flotando con un cuerpo que es el mío inmediatamente después de sus tobillos.
Me mezco y las fotos caen de mi mano justo encima de los zapatos descalzos de mis pies. Ahora que no sé cuándo es, me despierto y tomo el vaso ya sin hielo y sin frío y el trago tiene sabor a sal y a mar, lo dejo en la arena descalza sin huellas de nadie tan cansado como yo. Esa mujer me despierta con masajes en mis pies descalzos llenos de arena mientras afuera la lluvia cae en los zapatos que dejé en las islas.
Escalera caracol espiral al sol sube baja vuelta a vuelta de la tierra hasta la nube sube sube baja baja de la nube hasta la tierra vuelta a vuelta sube baja escalera hasta la luna caracola y espiral unos vienen otros van
Cerró la bolsa
y no cotiza una sonrisa. No cotiza la vida, no cotiza el amor. ¿Cuántos barriles de petróleo vale la vida de un pequeño en Libia? La inmunda máquina llamada democracia occidental cristiana dice: nada. Y seguimos mirando los canales, y seguimos viendo titulares, escuchando que nos mientan en la radio, la misa y el salón, en la familia y por face book. ¿Cuántos proyectos de asistencia valen las horas de la gente que duerme en la calle? La oxidada máquina llamada ministerio desarrollo social nos dice: poco. Cerró la bolsa y no cotiza el valor de una palabra, de un abrazo o el dolor. ¿Cuántas carreteras y puentes y aeropuertos valen los lazos de la gente en cualquier parte? La superestructura sucia que separa nos dice: ni un poquito. Nos pones una venda y nos proyectan su pornográfica película en 3D. Nos entregan un teclado y nos hacen escribir su nombre. Capital, dinero, muerte, podredumbre; y creemos que es en nombre de nosotros. El dios mercado nos hace su producto. El dios trabajo nos hace sus esclavos. El dios horario nos hace su reloj. La diosa democracia nos hace ser rebaño. La diosa libertad nos hace tener miedo. La diosa justicia tiene fecha de vencimiento sin código y sin barras. Y seguimos felices, y seguimos conectados y seguimos corriendo y seguimos creyendo y seguimos muriendo pensando que esto es vida. Pero hay otra vida antes de la muerte; porque esta muerte está antes de la vida. No hay moraleja, no hay propuesta, ni estrategia, ni programa, ni un atajo pueril o de ocasión. Sólo esta poesía que no es mía. Sólo esta mirada desconfiada. Sólo ese deseo irrefrenable de que se caiga toda la mentira aunque no quede nada; sólo escombro fértil y en ese escombro crecerá una flor. Será muy roja.